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miércoles, 30 de enero de 2013

Lesbiana, casada y oficiando misa

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Celebración de un matrimonio homosexual en una iglesia luterana en Goteborg (Suecia) en 2001, en una época en la que todavía no era legal.
AFP

Mientras que Francia está dividida sobre las bodas homosexuales y el Parlamento polaco acaba de rechazar las uniones civiles, existe un país que parece estar por encima de estos debates: Suecia. Allí se puede reunir la triple condición de ser homosexual, estar casada e incluso ser mujer obispo, sin que provoque la más mínima reacción.
Anne-Françoise Hivert

Ese día, las campanas de la iglesia del pueblo de Dalby, al sur de Suecia, sonaron sólo para ellas. Anna y Christina Roeser se conocieron en 2005. Unos meses más tarde, se fueron a vivir juntas y luego se prometieron.
Anna era animadora en guarderías infantiles. Christina estudiaba teología. Las dos soñaban con formar una familia. Para tener derecho a la procreación asistida médicamente, tenían que registrar su "unión de hecho".
Querían casarse por la iglesia y a lo grande, pero se resignaron.
La ceremonia tuvo lugar en el juzgado, en 2007: "El juez nos recibió durante la pausa, en mitad de un proceso por corrupción", cuenta Anna.
Por entonces, la Iglesia luterana-evangélica, a la que pertenecen como el 70% de los suecos, se estaba planteando la posibilidad de reconocer el matrimonio de las parejas homosexuales.
"Sabíamos que llegaría, pero no sabíamos cuándo", explica Christina. Más que solicitar la bendición religiosa de su unión, decidieron esperar para poder casarse.
El 1 de abril de 2009, los diputados votaron una ley que autorizaba el matrimonio "sexualmente neutro". Seis meses más tarde, la Iglesia de Suecia, separada del Estado en 2000, hizo lo mismo, con lo que se convirtió en la primera iglesia mayoritaria del mundo en casar a parejas del mismo sexo.

Una minoría de refractarios

Para los cristianos homosexuales, que llevan más de treinta años luchando en Suecia, se trata de una gran victoria. Para las dos mujeres, es una decisión lógica.
Nunca tuvieron que defender su orientación sexual ante sus allegados o sus compañeros. En octubre se convirtieron en madres de dos niñas, Théia y Esther, a las que acaban de bautizar.
Anna, de 37 años, es la madre biológica. "En Suecia, no resulta extraño a nadie", aseguran. Tampoco su matrimonio por la iglesia, celebrado en agosto de 2010.
"Para mí era muy importante que Dios bendijera nuestro amor", confiesa Christina, de 28 años, que fue ordenada sacerdote hace un año.
Pero en Suecia, la decisión de casar a las parejas homosexuales no ha sido del agrado de todo el mundo. Varios obispos habrían preferido que la iglesia luterana renunciara a su derecho de celebrar los matrimonios, más que pronunciarse sobre el texto de ley adoptado por el Parlamento.
Los miembros del sínodo, compuesto por 250 representantes elegidos en las parroquias, rechazaron esta solución. El 22 de octubre de 2009, un 70% dijo "sí" al matrimonio para todos.
Desde entonces, han vuelto a desatarse las pasiones, asegura el arzobispo Anders Wejryd que oficia en Uppsala (cerca de Estocolmo), el corazón de la Iglesia luterana sueca. Aunque comenta que no tiene nada que ver con el dolor que produjo la decisión de ordenar mujeres sacerdotes en 1958.

Los que se opusieron cerraron las puertas, pero eran una minoría.

Pero tampoco se ha producido un aumento excesivo de estos matrimonios: entre 2010 y 2011, sólo se han casado por la iglesia 350 parejas homosexuales, en contraposición a las cerca de 40.000 parejas heterosexuales.
En julio de 2009, dos obispos anglicanos enviaron una carta al arzobispo de Suecia para advertirle de que la decisión de la Iglesia sueca "corría el riesgo de perjudicar a nuestra comunidad", tal y como escribían.
La Iglesia ortodoxa rusa cortó sus vínculos en 2005, como reacción a la bendición de las uniones civiles. Entonces, en Suecia cerca de 800 sacerdotes firmaron una petición en la que denunciaban una decisión que consideraban que "entraba en conflicto con el orden de la vida en pareja y del matrimonio que Dios nos reveló a través de su palabra y que se define como una relación entre un hombre y una mujer".

El milagro del amor

En 1985, los obispos de Suecia recomendaban la abstinencia a los cristianos homosexuales. Fueron necesarias tres investigaciones complementarias y decenas de informes para que las cosas empezaran a cambiar.
Algunos mostraron su resistencia.
En Estocolmo, durante el verano de 1980, el sacerdote Ludvig Jönsson celebró una misa en su iglesia para celebrar el fin del día del orgullo gay. "Donde quiera que surja el amor, se produce un milagro", proclamaba. Unas palabras que siguen repitiéndose hoy.
Eva Brunne, de 58 años, le rinde homenaje, así como a sus predecesores. En 2009, fue elegida obispo de Estocolmo. La noticia dio la vuelta al mundo.
Asegura que su orientación sexual, así como el hecho de que criara un hijo con otra mujer, jamás se discutieron durante su nombramiento. ¿La Iglesia de Suecia se adelanta a su tiempo? "Sobre todo pienso que, al ser una Iglesia reformada, solemos evolucionar al mismo tiempo que se transforma la sociedad", opina.
En Uppsala, otra mujer sacerdote y lesbiana está de acuerdo. Según explica Anna-Karin Hammar, de 61 años, para la Iglesia luterana-evangélica, "la experiencia es tan importante como la tradición".
Está convencida de que, "si San Pablo viviera hoy y supiera lo que sabemos nosotros, estaría a favor del matrimonio de las parejas del mismo sexo".
Anna-Karin Hammar, perteneciente a una familia con cuatro generaciones de sacerdotes, causó sensación en 2006, al presentar su candidatura para suceder a su hermano, el arzobispo K.G. Hammar.
Y todo le fue bien: "No quería presentarse ninguna otra mujer". ¿Una pionera? En 2001, con su compañera Ninna Edgardh, de 57 años, teóloga y madre de dos niños, invitaron a 70 de sus allegados a la catedral de Uppsala para la bendición de su unión, celebrada por una amiga obispo, cuatro años antes de que la Iglesia autorizara oficialmente este tipo de ceremonia.

El presidente de Ekho, Gunnar Beckström, curtido en todas las técnicas de lobbying, les da un consejo a los homosexuales católicos franceses: "Que se levanten y que digan que quieren dejar de estar oprimidos".
Porque el Papa está equivocado: "Tiene que empezar a leer los textos correctamente y a interesarse por el estudio reciente de la Biblia".
Y reitera: "La homosexualidad no es una enfermedad. Oprimir a los homosexuales no es la voluntad de Dios".

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