Clelia Luro batalló más de la mitad de sus
87 años contra el celibato impuesto por la iglesia Católica Romana a
sus sacerdotes. Hoy, sentada en una silla de ruedas, guarda la esperanza
de que su amigo el papa Francisco ponga fin a ese mandato "que el mundo
ya no comprende".
Esta mujer, que en la
década de los 60 escandalizó a la opinión pública argentina por el
romance que sostuvo con un obispo, que luego se convirtió en su esposo,
tiene razones para guardar la esperanza: sostiene una amistad de más de
una década con Jorge Bergoglio, quien la ha llamado religiosamente todos
los domingos hasta que partió rumbo a Roma para el cónclave que lo
terminó eligiendo Sumo Pontífice.
De las
largas conversaciones que ha sostenido sobre el tema con el hoy papa,
cree que Francisco va a resolver la crisis global de la falta de
sacerdotes autorizándoles la celebración del matrimonio y la
constitución de una familia.
No hay cifras
oficiales, pero varios miles de sacerdotes han dejado la iglesia
Católica para casarse. Muchos otros, particularmente en África y América
Latina, continuaron con su ministerio pese a mantener relaciones con
mujeres e incluso convertirse en padres.
"Creo
que de acá a un tiempo probablemente se va a imponer el celibato
opcional... estoy segura que Francisco lo va a plantear", dijo Luro en
entrevista con The Associated Press en su casa de Buenos Aires luego de
enviarle al papa una carta abierta en la que manifestó "que tenemos una
gran esperanza de renovación para nuestra Iglesia".
Con
Bergoglio "hemos discutido bastante el tema del celibato... Hoy en día
el mundo no entiende que los curas no puedan casarse", dijo Luro
mientras acariciaba con su mano una cruz tallada en plata que pertenecía
a su esposo Jerónimo Podestá, el primer obispo católico que contradijo
la ley del celibato y se casó sin abandonar el sacerdocio. "Hoy en día
la mujer ya no es considerada un peligro para el hombre".
Algunas
referencias públicas que ha hecho Bergoglio sobre la cuestión así como
la comprensión y respaldo que brindó a sacerdotes que dejaron el
ministerio por amor entusiasman a activistas como Luro.
Creen
además que la elección como papa de un hombre del perfil de Bergoglio,
un jesuita comprometido con los pobres, evidencia la voluntad de la
iglesia Católica de avanzar sobre cambios profundos para frenar la
diáspora de fieles.
Juan Pablo II, Benedicto
XVI y sus antecesores prohibieron cualquier discusión sobre un cambio a
la regla del celibato y Francisco no ha mencionado el asunto desde que
se convirtió en el primer papa latinoamericano hace más de un mes.
"No
veo viable que esto sea parte de su agenda", dijo el sacerdote Roberto
Gahl, teólogo de la agrupación ultra conservadora Opus Dei de la
Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.
Sin embargo, antes de su elección como papa, Bergoglio habló del controvertido tema en un tono que ilusiona a muchos.
En
el libro "Sobre el cielo y la tierra", una transcripción del diálogo
interreligioso que mantuvo Bergoglio con el rabino Abraham Skorka,
rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, el ahora papa comentó que
"por el momento estoy a favor de que se mantenga el celibato, con los
pro y los contra que tiene porque son diez siglos de buenas experiencias
más que de fallas".
Pero al mismo tiempo subrayó que "es una cuestión de disciplina, no de fe. Se puede cambiar".
"En
el supuesto caso de que la Iglesia decidiera revisar esa norma... sería
por una cuestión cultural, como es el caso de Oriente, donde se ordenan
hombres casados", reflexionó en "Papa Francisco, conversaciones con
Jorge Bergoglio", de sus biógrafos autorizados Sergio Rubin y Francesca
Ambrogetti.
El padre Thomas Reese, analista
del Vaticano en la Universidad de Georgetown, se sorprendió por algunas
expresiones de Bergoglio como "por el momento" para referirse al tema.
"No
es el tipo de comentarios que uno suele escuchar cuando obispos y
cardenales discuten sobre celibato", dijo Reese, un jesuita al igual que
Bergoglio.
"El Vaticano liderado por Juan
Pablo y Benedicto decía que ciertos temas estaban fuera de la mesa (de
discusión) y cualquier obispo que los discutiera estaría en problemas. Y
los teólogos que escribieran sobre ello se meterían en problemas", dijo
Reese. "Entonces, esto es parte de una pregunta mayor sobre cuánto
estará el papa Francisco abierto al debate. Ese es el gran desafío".
Con
el debate sobre celibato, el Vaticano hasta ahora ha adoptado una
postura similar a la de los padres que se cuidan de no discutir frente a
sus hijos para no confundirlos, describió Reese.
El
cardenal Claudio Hummes de Brasil, gran amigo de Bergoglio, fue
protagonista de una controversia cuando señaló que el celibato no es un
dogma de fe sino una cuestión de derecho canónico.
Las
declaraciones, ofrecidas en una entrevista de 2006 antes de que el
cardenal llegara a Roma para hacerse cargo de la oficina del Vaticano
para el sacerdocio, desataron toda suerte de especulaciones acerca de
un posible cambio que Hummes tuvo que emitir una extensa declaración
reafirmando el celibato.
De hecho, el celibato
es una norma que rige en la iglesia Católica de Occidente desde el
siglo XII y no un dogma de fe, por lo cual se puede cambiar.
El
Canon 277 del Código de Derecho Canónico del Vaticano establece que
"los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y
perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a
guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los
ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón
entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los
hombres".
La iglesia Ortodoxa, en cambio,
permite que hombres casados puedan ordenarse sacerdotes. Algo similar
ocurre en países donde predomina el rito bizantino, como la iglesia de
Ucrania. Algunos sacerdotes anglicanos casados pudieron convertirse al
catolicismo e incluso algunos viudos con familia pudieron ordenarse.
"Los
que hemos pertenecido al clero y estamos militando la causa por una
Iglesia distinta, que incluya la opción de un celibato, no una
obligación, vemos con mucho entusiasmo y mucha esperanza que Franciso
pueda rever la medida canónica", dijo Guillermo Schefer, un ex sacerdote
que junto a su mujer Natalia Bertoldi son vicepresidentes de la
Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados.
"Hoy
en día la sociedad pide también testimonio de varones probos, gente del
pueblo, que tenga una familia", dijo Schefer. "Es importante que los
sacerdotes también puedan optar por una vida de matrimonio y de familia,
ayuda más a integrarse con el pueblo".
Si la
iglesia Católica Romana aceptara que un sacerdote puede casarse "crearía
una división en su corazón, debilitaría su compromiso y sería contrario
a lo que viene sosteniendo sobre la necesidad de que los religiosos
sean humildes y rechacen los placeres terrenales", remarcó el sacerdote
Gahl. "Los defensores del celibato opcional sostienen que el sacerdocio
es `muy duro', entonces `¿por qué no hacerlo más sencillo?'. Pero el
papa lo que viene diciendo es que `si tu haces el sacrificio, serás
dichoso'".
Bergoglio también se ha expresado
en desacuerdo con aquellos que sostienen que el fin del celibato frenará
los casos de pedofilia que involucra a religiosos o que permitirá
contrarrestar la escasez de seminaristas.
Otro
argumento contra cualquier reforma sobre el celibato apunta a su
impacto económico: si los 400.000 sacerdotes que hay en el mundo
decidieran casarse y formar familias numerosas, habría que mejorar
considerablemente sus salarios.
Para el
experto Reese la cuestión exige un debate profundo pues en el caso de la
orden de los Jesuitas, por ejemplo, el matrimonio no es compatible con
el ejercicio de su ministerio.
"Ellos viven en
comunidad y se comprometen con el ministerio de la comunidad, sin
importar el lugar del mundo al que son enviados. Y toman votos de
pobreza, castidad y obediencia. Si nos casamos, ¿quién paga el colegio
de los hijos o los cuidados cuando la esposa cae enferma?, ¿Dónde
vivirás? Como religioso, vivo en comunidad, comemos y rezamos juntos y
trabajamos en proyectos comunes. Si mi superior me manda a California y
mis hijos me dicen: `mis amigos del colegio están aquí', no veo cómo
puede funcionar", aseveró el jesuita.
Cuando
conoció al obispo Podestá, Luro tenía 39 años, estaba separada y tenía
seis hijas. Podestá tenía 45, y corría el año de 1966. Él era obispo de
Avellaneda, suburbio al sur de la capital. Era un sacerdote progresista,
muy comprometido con las causas sociales y que apoyó el movimiento de
sacerdotes del Tercer Mundo.
"Yo fui la
primera mujer para Jerónimo", confesó Luro. Lejos de esconderse, la
pareja hizo pública la relación y se embarcó en una campaña a favor del
celibato opcional desde la Federación Latinoamericana de Sacerdotes
Casados, que los llevó hasta las puertas del mismo Vaticano.
Al
poco tiempo el entonces papa Paulo VI emitió la encíclica "Sacerdotalis
Caelibatus" en 1967 que ratificó los votos de castidad perpetua.
Luro
dijo que conoció a Bergoglio poco antes de la muerte de Podestá en
2000. Contó que el entonces Arzobispo de Buenos Aires tuvo una actitud
completamente diferente a sus antecesores en el cargo y se puso a
disposición de la pareja cuando el obispo cayó gravemente enfermo.
"Después
de la muerte de Jerónimo, Bergoglio me llamaba todos los domingos",
dijo Luro. "Para mí fue un apoyo. Hablábamos de la Iglesia, discutíamos,
le mandaba material de Jerónimo". Luro dijo que para su sorpresa
recibió días atrás un llamado del papa Francisco, pero se reservó lo
conversado.
La cercanía de Bergoglio con los
Podestá no debe extrañar ya que como líder de la iglesia argentina ha
sido igual de comprensivo con otros sacerdotes que pasaron por
situaciones similares.
"Soy el primero en acompañar a un sacerdote en ese momento de su vida; no lo dejo solo, lo acompaño en todo el camino; en la elaboración espiritual de lo que está viviendo. Si está seguro de su decisión, incluso lo ayudo a conseguir trabajo. Eso sí, lo que no permito es la doble vida. Si no puede llevar su ministerio, le pido que se quede en su casa, que solicitemos lo que llamamos "la dispensa", el permiso a Roma, y así pueda estar en condiciones de recibir el sacramento del matrimonio", reflexionó Bergoglio en "El Jesuita".
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