El Gobierno chino ha impuesto a los habitantes del país la obligación de prestar más atención a sus padres ancianos, a los que deberán visitar frecuentemente, según una nueva regulación que entró en vigor el pasado lunes 1 de julio.
La nueva norma exige a los adultos visitar a sus progenitores ancianos de forma regular. Si no lo hacen, se exponen a ser demandados, multados o, incluso acabar en la cárcel. La normativa no llevaba ni 48 horas en vigor cuando se produjo la primera condena.
Pasada una semana, es evidente que la nueva ley provoca reacciones opuestas entre los ciudadanos, muchos chinos ya han protestado contra ella. Otra cosa resulta evidente: los políticos estadounidenses prestan a cualquier cambio en la sociedad china la misma atención que a los planes de Pekín de crear su propia flota de portaaviones.
Una idea buena pero inviable
La primera sentencia judicial en virtud de la Ley de Protección de Ancianos se dictó en la provincia de Jiangsu, al este del país. Conforme al veredicto, una mujer china deberá visitar a su madre de 77 años de edad al menos una vez cada dos meses y ayudarla económicamente. Si no lo hace deberá pagar una multa. El precedente histórico está creado.
La nueva Ley de Protección de los Derechos e Intereses de los Ancianos estipula que los hijos deben visitar a sus progenitores mayores con frecuencia y, si bien no concreta la penalización, prevé medidas sancionadoras en caso de incumplir esta norma. La regulación señala, además, que las empresas deberán dar vacaciones a los trabajadores para que puedan visitar a sus padres.
Lo más sorprendente es que en China, donde la nueva ley dio lugar a acaloradas discusiones en los medios, hay muchos ciudadanos que están en contra de la norma. Un famoso escritor chino en su bitácora la tacha de “ridícula” señalando que no se puede regular por ley lo que es parte de la naturaleza humana. Es lo mismo que obligar a todos los ciudadanos a tener una vida sexual armoniosa.
Muchos trabajadores temporales afirman que es una idea buena pero inviable ya que no tienen estipuladas las vacaciones para poder visitar a los padres dos veces al año.
La nueva medida también ha generado controversia en las redes sociales, donde algunos creen que evidencia una pérdida de moralidad de la ciudadanía china. Está claro que este tema no deja indiferente a nadie en el país.
EEUU está al pendiente
Lo más curioso del asunto es que también afecta a muchos fuera de China, en EEUU, donde ha despertado un gran interés en los medios. El New York Times, por ejemplo, en los últimos meses publicó varios artículos sobre la nueva ley en el país asiático.
Y este fenómeno es incluso más interesante que los procesos en la sociedad china ya que pone de manifiesto que los estadounidenses –intelectuales, políticos y simplemente curiosos– dan mucha importancia a todo lo que sucede en China para evaluar sus puntos fuertes y débiles.
Ellos saben que hasta dentro de varios decenios Pekín no podrá desafiar al predominio de EEUU en temas estratégicos. Pero observan con atención los avances del gigante asiático en este aspecto y analizan todo lo demás: economía, política interior y, especialmente, “el material humano”. Ahora en Estados Unidos muchos analistas optan por especializarse en China.
Y no solamente en China, también en Rusia. Clifford Gaddy y Barry Ickes, acaban de publicar otro libro sobre la situación rusa: Trampas para oso en el camino de Rusia hacia la modernización (Gaddy, Clifford and Ickes, Barry. Bear Traps on Russia’s Road to Modernization). En este ensayo los autores, además de la industria y la tecnología, analizan los últimos datos demográficos e indican que la población de Rusia, en contra de lo que se suele pensar, ya no disminuye. Ya en 2011 los expertos revisaron al alza los pronósticos de crecimiento poblacional en el país, y, según los autores, es un dato tan relevante que merece una atención especial.
Una señal de impotencia
Volviendo a la nueva ley china, cabe señalar que es una muestra de debilidad de la sociedad, o, al menos, de la imprevisibilidad de los procesos que se desarrollan en el país. Porque tan sólo hace unos años nadie en el mundo podía imaginar que harían falta medidas legales coercitivas en un ámbito tan íntimo como es la relación con los padres. Porque en China es, además, la esencia del carácter nacional.
El gran filósofo chino Confucio, ya en el siglo V antes de Cristo describió los valores imprescindibles para las relaciones humanas y para el buen funcionamiento de la sociedad. Así, presenta a la familia como un pequeño reino con jerarquías, protocolos y métodos de gobierno, y el Estado como una gran familia en la que debe haber afectos, relaciones y obligaciones morales. Este sistema se apoya en dos pilares: el respeto de los menores (hijos y ciudadanos de a pie) hacia los mayores (padres y gobernantes) y el amor y benevolencia con que éstos tratan a aquéllos.
Esta filosofía puesta en práctica ha llegado hasta nuestros días. Cuando llega el Año Nuevo según el calendario chino, la mitad de la población se pone en camino para ir a visitar a sus padres, originando el colapso y el caos del transporte.
Aunque el respeto por los ancianos está arraigado en la sociedad china, tres décadas de reformas de mercado han acelerado la ruptura de la tradicional familia extensa y hay pocas alternativas asequibles. Si ha habido que promulgar una ley para que la gente cuide de sus padres, entonces habrá que decir adiós a Confucio.
Está claro que el sistema antiguo ya no funciona, lo que no está tan claro –y es el quid del asunto– es si se puede o no intentar sostenerlo por medio de una ley, desde arriba. Los valores tienen que brotar de la sociedad, no pueden ser impuestos desde fuera.
Entretanto los cambios que está viviendo la sociedad china son brutales y explican perfectamente la situación actual. Según los datos que aparecen en la reciente regulación, en 1999 el 10% de la población china era anciana, un porcentaje que subió al 13,26% en 2010. Son 200 millones las personas en China por encima de los 60. Y la mitad de los ancianos no viven con sus hijos, que emigran a las ciudades en busca de un trabajo y una vida mejor.
Quizás esto impulse y acelere la creación del sistema de pensiones en el país asiático, que antes no lo necesitaba porque eran los hijos los que cuidaban de sus padres.
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