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lunes, 11 de febrero de 2013

El Cónclave y la renuncia del Papa

CIUDAD DEL VATICANO (AFP)

Cuando el jefe de la Iglesia Católica muere o renuncia "pública y libremente", decisión que ha anunciado este lunes Benedicto XVI, su sucesor es elegido por los cardenales reunidos en cónclave en la Capilla Sixtina, en donde permanecen aislados del mundo.

Benedicto XVI, en un gesto histórico, anunció este lunes su renuncia "en plena libertad" al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, que le fuera "confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005", como requiere el código canónico.

Tales normas prevén el fallecimiento del Papa o su renuncia.

"No se requiere que sea aceptada por nadie, dado que no tiene superior en la tierra", precisa el código.

El próximo 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de San Pedro quedará vacante. A partir de este momento la cuestión será irreversible.

"Una vez hecha la renuncia y manifestada, en el modo que sea, a la Iglesia por el Romano Pontífice queda vacante (la sede pontificia) y no puede volverse atrás", subraya el código canónico.

Las cardenales entrarán en cónclave 15 días mínimo o 20 días máximo después de la dimisión, precisó el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.

En dos mil años de historia, la Iglesia Católica ha modificado muchas veces las modalidades de designación de un Papa antes de llegar a la fórmula actual del cónclave.

La intervención de reyes, de influyentes familias e incluso de ejércitos en la elección de los Papas llevó a Nicolás II a reaccionar publicando en 1060 la bula In Nomine Domini.

Ese texto codificó la elección de los Papas y determinó en forma duradera que la elección sea reservada exclusivamente a los cardenales.

El poder de los cardenales no ha sido afectado en ninguna de las decenas de modificaciones que fueron realizadas después.

El 21 de noviembre de 1970, Pablo VI definió las características actuales del colegio electoral: La edad límite de un cardenal para participar en una elección es de 80 años y el número máximo de cardenales electores es 120.

La Basílica, en concreto la Capilla Sixtina, será escenario de un nuevo cónclave de los cardenales, que aislados del mundo elegirán al sucesor del papa Benedicto XVI.

Juan Pablo II confirmó estas normas en febrero de 1996 en su constitución apostólica "Universi Domini Gregis".

En los últimos años, debido a la internacionalización creciente del colegio de cardenales, se ha vuelto cada vez más difícil prevenir el resultado de un cónclave.

A comienzos del siglo XX, las tres cuartas partes de los cardenales eran italianos: 31 sobre 41 y de los 10 restantes 9 eran de otros países europeos.

Después del consistorio de 1991 los cardenales europeos dejaron de controlar la mayoría del cónclave.

La elección de un Papa debe desarrollarse al margen de toda presión en un cónclave (cum clave : con llave), que les garantiza estar cortados del mundo externo.

Ese aislamiento existe desde 1271 cuando en Viterbo (Italia), los cardenales no lograban ponerse de acuerdo para nombrar a un Papa y los católicos los encerraron con llave manteniéndolos a pan y agua para incitarlos a decidir más rápidamente.

El elegido, Gregorio X, convirtió esa práctica en regla, con excepción del pan y el agua.

Actualmente, los cardenales electores permanecen igualmente aislados, pero asistidos por un cocinero y un médico.

Juan Pablo II decidió en febrero de 1996 que los grandes electores podrán utilizar una residencia muy cercana a la basílica San Pedro capaz de albergar a los 120 cardenales en pequeños apartamentos con todas las comodidades.

Hasta el cónclave de 1978, los príncipes de la Iglesia eran instalados en el palacio apostólico en condiciones muy poco confortables.

Los cardenales no tienen derecho a votar por ellos mismos y cada uno debe jurar que respetará el secreto del voto y aceptará el resultado.

El voto tiene lugar en la Capilla Sixtina con dos escrutinios matinales y dos vespertinos.

Las papeletas de voto son quemadas y el cardenal elegido es aquél que obtiene la mayoría.

Cuando ese resultado se consigue, el decano de los cardenales le pregunta al elegido si acepta y, en caso afirmativo, éste queda automáticamente nombrado Papa y su jurisdicción se extiende de inmediato a todos los católicos del mundo entero.

El nuevo Papa debe entonces anunciar el nombre que escoge como pontífice.

El resultado de las votaciones es luego comunicado a través de una humareda a las masas de católicos que esperan en la Plaza de San Pedro: Humo negro quiere decir que no ha habido electo y humo blanco indica que hay un nuevo pontífice, "Habemus Papa".

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